Cuando aún estaba en el Colegio comencé a tener problemas en casa debido a una enfermedad terminal por la que pasó mi hermano, quien murió un tiempo después. Ante la falta de una estructura familiar sólida me sentí sin una guía y se sumaron otros factores como las malas compañías y mi necesidad de experimentar. Esta combinación dio como resultado que un día probara la marihuana, con el tiempo conocí la cocaína y las benzodiacepinas. No obstante, el cannabis fue la substancia que me acompañó por años y representó mi ruina al volverse una situación crónica.

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Noté que esos momentos en los que estaba drogado no eran realmente momentos de felicidad, eran momentos de suspensión, en donde buscaba aplazar mis deberes, mi vida, mi presente por ratos de inercia, donde actuaba sin pensar y mientras el tiempo seguía corriendo yo solo quemaba mis días una y otra y otra vez sintiendo ese mismo vacío y llenándolo con drogas.

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